Intranquilidad

El sonido de un ensordecedor disparo calla al ambiente, una ola de alta presión en el aire, que se acompaña con un pitido que enmudece el caos que está pasando. Hela la más inalcanzable y tibia de tus fibras; inmediatamente después lo acompañan otras detonaciones en ráfaga, cada una calando en el alma igual o más que la anterior ¿Qué es lo que está pasando? La sangre se hela, aumenta en densidad y se congestiona en las piernas. Y todo lo anterior… en menos de 2 segundos. Al reaccionar lo más prudente es tirarse al piso (inclusive ya deberías estar ahí), disminuirse al mínimo. Disminuirse para ser igual de atractivo para el tirador que una planta, que un mueble… cuando el cerebro empieza a funcionar es hora de evaluar ¿Estoy herido? ¿Hay alguien muerto? ¿Ya se acabó? ¿Ya se fueron los malos?

Para algunos tal punto dura segundos, para otros semanas o meses. Tiroteos, balaceras o asaltos tienen más o menos el mismo calado en las aguas del psique. Nos robaron más que media hora tirados en el piso, e increíblemente también nos robaron más que los miles de padres, hermanos, hijos que se han ido en esta guerra por el control de lo que no debería existir; sin importar su condición de colateral o no colateral. Nos robaron el alma, nos robaron la capacidad de la despreocupación al andar por la calle.

Hace algunos años fui testigo de un asalto y recuerdo la preocupación al escuchar las detonaciones, tirarnos al piso y escuchar disparos hacia dónde sabía que estaba mi hermano. Y por unos minutos verle inmóvil (por órdenes de los asaltantes) y pensar que existía la posibilidad de que hubiera sido blanco de algún disparo. Y estar en shock… y no saber qué hacer, qué pensar. El tiroteo de Las Vegas o la balacera de la semana en mi pueblo… o el asalto de hace ya 10 años ¿Cuánto más tendremos que disminuirnos al mínimo?

Autor: Shegarito Rivers

Escritor de pacotilla y a medio tiempo, aprendíz de viejito renegón del barrio, perfeccionista despreocupado en los detalles.

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